De la misma manera que para los antiguos egipcios, la vida comenzó con un
montículo junto a un río inerte, ellos comenzaron todo con un gran montículo
piramidal junto al Nilo (el río). Orientaron su majestuosa construcción, no
sólo hacia los cuatro puntos cardinales, también hacía el cosmos: estrellas
como Sirio, Orión, el planeta Venus y el propio Sol, tienen su lugar en esta
milenaria obra arquitectónica que desafía al tiempo. Es la más perfecta de las
pirámides construidas, sin embargo Egipto no fue el único lugar donde se han
edificado construcciones piramidales. Estas las podemos encontrar
sorprendentemente por todo el planeta; en Europa, Asía, África y América, se
han localizado pirámides, unas mejor construidas que otras, unas con mayor
antigüedad que otras, pero todas orientadas hacia algún punto del planeta o del
cosmos, y todas con base cuadrangular.
La gran pirámide integra en su forma a la tierra y al ser humano integrado en ella. Con el oráculo de las pirámides, se pretende unificar las
diferentes culturas que han existido en nuestro planeta, para ello, nos valdremos del poder que representa la
simbología de sus ancestrales oráculos; de esta manera del Norte, tomaremos el
alfabeto rúnico, del Este, el I Ching o libro de las mutaciones, del Sur, los
milenarios cauríes y por último del oeste la astrología Azteca.
Conocer un oráculo implica también conocer su procedencia, la cultura
donde se desarrolló, la religión y la filosofía que adoptaron, sus mitos y su
historia. Todo esto necesitaría de numerosos tomos dedicados a cada materia, en
este libro tan sólo se hace una breve referencia a cada una de ellas,
intentando introducir al lector en el profundo conocimiento exotérico que
guarda cada símbolo oracular.
Cada cara de las cuatro pirámides que aquí se exponen, representan además
cada ciclo que la naturaleza manifiesta a lo largo de sus 365 días, la cara
norte estará regida por el frío invierno, la cara este corresponderá a la
naciente primavera, la cara sur al cálido verano y el oeste estará regido por
el atardecer del otoño. Cada estación del año, como cada cara representa
también una etapa en el ciclo vital del ser humano: la primavera, al
nacimiento, el verano estará gobernado por la juventud, el otoño por la madurez
y por último el invierno por la muerte. La pirámide simboliza precisamente la
renovación, la vuelta a la vida después de un periodo de ausencia vital, cada
día el Sol sale por el Este, encarnando al lucero del alba como la diosa Isis, y muere por el Oeste, acompañado por
Horus hijo de Isís y Osiris, hacía el Duat “más allá” donde después de un viaje
por el inframundo, volverá cada día renovado para renovarnos a nosotros
también.
En cada punto de nuestro planeta habita cada una de las cuatro razas
originarias: en el Norte, reside la raza blanca, en el Este la amarilla, en el
Sur la raza negra y en el Oeste, la casi extinguida raza roja. Por tanto a cada
zona de la pirámide le corresponde el color de su raza, quedando la quinta en
la cúspide, elevada junto a los dioses, en el inmenso cielo azul. En la
tradición esotérica, se ha atribuido al norte el color negro, al este el azul,
al sur el rojo, la oeste el color blanco , y al amarillo , el color del Sol,
dios que rige la vida en la tierra, se le atribuye el centro.
Consideramos a la pirámide como una materia dotada de vida: en su forma
geométrica se genera energía que absorbe el cosmos y la tierra, ella sintetiza
al universo y nos comunica con él a través de su figura. Está dotada de
carácter, reuniendo en ella las cuatro clases de tipos psicológicos junianos:
pensamiento,intuición,sentimiento y sensación. Correspondiendo cada uno de ellos
a un lado determinado de la pirámide.
Todos estos factores que reúne la pirámide, la convierten en un poderoso
oráculo, que nos guiará y aconsejará en los momentos difíciles; cuando no
sepamos que hacer, ni como hacer, ni cuando hacer , ella nos indicará el
momento y el modo adecuado. Es la heredera de la sabiduría milenaria que
guardaron nuestros antepasados bajo el disfraz de los símbolos, donde sólo los
iniciados podrán desvelar su auténtica identidad. La pirámide nos invita a
descubrir ese lugar recóndito de nuestro ser, que permanece dormido.